Un trabajo es solo un trabajo
Siempre había tenido el concepto rosa de que los trabajos son lugares que te dan felicidad. Esa magia se fue con mi despido.
Siempre había tenido el concepto rosa de que los trabajos son lugares que te dan felicidad. Esa magia se fue con mi despido.
Un poco antes, en realidad, tenía burnout y me sentía muy harta de todo. Diría que hasta ahora, un par de meses y varias horas de terapia después, siento que el sol empieza a salir nuevamente.
Antes, cuando hablaba con otras personas sobre mi empleo, algunos me tildaban de idealista y romántica (puede que con justa interpretación) porque hablaba de tener claro tu propósito y tratar de alinearlo con un lugar y una cultura de trabajo.
Me miraban extraño cuando les sugería no conformarse con una organización que no afianzara esa sensación de que todos los días haces algo importante. Pero los meses de hartazgo y mi despido terminaron por darle un giro de 180 grados a esos pensamientos.
Recientemente en una comida familiar, estábamos un grupo de adultos escuchando a Laura, la más joven de la mesa, que con 20 años acaba de entrar a la carrera de Psicología, luego de abandonar Negocios Internacionales, porque no le satisfizo.
Era como escuchar a Isis con 17 años, a punto de mudarse lejos de sus padres con un hambre y una fe ciega en todo lo que la universidad podría brindarle para alcanzar otra vida. Aunque ya lo tuviese todo. Salud, una familia incondicional, tiempo, sueños, ambición y la absoluta certeza de que a partir de ese momento, la escalera se mantendría hacia arriba.
En la conversación Laura hablaba de lo ilusionada que está, de lo feliz que es, de sus profesores, de sus metas. La escuchaba con una interferencia que sólo vivía en mis oídos. Como un zumbido de refrigerador. La escuchaba con compasión y dolor.
Intervine solo una vez y escupí: “No dejes que nadie te quite eso, ya la vida se encargará”.
La conversión finalizó. Me convertí en todo lo que juré destruir, en la persona que invalida los sueños de otros por los tragos amargos resultado de las falsas expectativas de la propia experiencia.
No quiero ser esa persona.
No quiero.
Sentí un repudio hacia mí en ese mismo instante y supe que algo estaba mal.
Algo cambió.
No quiero ser esa persona
Es posible que sientas que, si bien la tristeza no es exactamente tu amiga, tampoco la ves como tu enemiga.
Probablemente sientas que te brinda algunas ventajas de supervivencia. Que puede motivar, no inmovilizar.
La ciencia dice que tienes razón.
Quizá la solución no es alejarme de la tristeza. Quizá está aquí para darme un mensaje que pueda escuchar*.*
Tengo una flama idealista y fantástica que no se apaga fácil. Me susurraba antes del despido que si “eso” llegaba a pasar, me haría bien. Me decía que debía aprender. Es una lección para cursar.
¿Qué debo aprender de esto?
Rasqué buscando la felicidad, ¿de qué se compone? Todos dicen lo mismo. No es el dinero, es el tiempo. No es el lugar, son las personas. Es estar presente y ser agradecida.
Tomé un test de la universidad de Pensilvania para medir qué tan feliz soy. Y en cada pregunta, me di cuenta cómo mi calificación ha decaído este último año.
Pienso que si tuviera un trabajo como antes, hubiese salido un punto más arriba, pero no lo tengo. Al menos no como antes. Y la verdad es que quiero todo, menos volver a lo de antes.
“Lo que yo necesito es un cambio de actitud”, me escuché decirle a un amigo el fin de semana. Silencio. Ni el psicólogo me ha dicho eso de forma frontal. Se siente un escalofrío cuando es tu propia voz, diciéndote a ti.
Lo que sí me dijo el psicólogo es que no es normal llorar todos los días. Raro. Porque yo llevo más de un año así.
Calificar la felicidad
2.9. Esa es mi calificación de felicidad, en un rango de 5. Está un poco por debajo del promedio, pero sería una exageración no reconocer lo extraordinaria que ha sido la vida conmigo. Aunque ahora mismo no esté en mi mejor momento.
El cuestionario tiene preguntas que me dolieron. Pincharon la herida.
Elija usted:
A. Mi vida no tiene ningún propósito ni significado.
B. No sé el propósito o significado de mi vida.
C. Tengo una pista sobre mi propósito en la vida.
D. Tengo una idea bastante clara sobre el propósito o significado de mi vida.
E. Tengo una idea muy clara sobre el propósito o significado de mi vida.
Hace unos meses hubiese dubitado entre la opción D y E. Seleccioné la C: hoy tengo una pista. Siguiente pregunta.
A. Tengo tristeza en mi vida.
B. No tengo ni tristeza ni alegría en mi vida.
C. Tengo más alegrías que tristezas en mi vida.
D. Tengo muchas más alegrías que tristezas en mi vida.
E. Mi vida está llena de alegría.
En sentido estricto, tengo más alegrías que tristezas y si nos vamos a los hechos, no hay razones suficientes para no seleccionar la D o la E. Pongo la A. Me siento triste.
Es probable que vea la tristeza no como algo que debe conquistar, sino como un vínculo con la realidad.
Tristeza, amiga mía, susurra y te escucho.
Así llegué a esta pregunta: ¿Qué es lo que más me ha gustado de mis trabajos? Hice una lista.
- Cuando me pagaban por aprender
- Cuando me pagaban por hacer ejercicio
- Cuando me pagaban por escribir
- Cuando me pagaban por dar charlas frente a una cámara
- Cuando me pagaban por leer libros
- Cuando me pagaban por escuchar historias
- Cuando me pagaban por ayudar a otros
Todavía amo todo eso.
Aun cuando te abrumas, Isis. Todavía amas todo eso.
Incluso cuando despiertas a medio día. Con energías de nada, Isis. Todavía amas todo eso.
Aun cuando parece que se te han ido las ganas, Isis, cuando te obligas a escribir, como hoy, lo confirmas. Todavía amas.
Y afortunadamente para ti, cuando eliminas de la ecuación el “cuando me pagaban”, con el enorme privilegio que tienes al tener las necesidades básicas resueltas, lo sabes. La felicidad no viene del dinero, del lugar o de cualquier fantasía material.
Sino de lo que tienes otra vez, como a los 17. Salud, una familia que te ama incondicionalmente, tiempo, sueños, ambición, gratitud y la absoluta certeza de que a partir de ese momento, puedes con todo lo que venga.
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Recién abrí mi cuenta para que mis lectores me puedan invitar un cafecito. Escribir me gusta mucho y lo hago por placer.
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